
“[…] la orina reposada con la que nos enjuagábamos la boca cada mañana […]”




“Por desgracia para nuestra causa, la causa de César, nuestro campeón cayó en el combate y su enemigo, furibundo, le cortó la cabeza para mostrarla en todas direcciones. Luego la arrojó con saña hacia nosotros y se retiró caminando tranquilamente hasta ser engullido por la masa vociferante de la que había surgido. No era un buen presagio y los rostros de los galos que me rodeaban —nos habíamos integrado en su fuerza de caballería— mostraban preocupación y recelo“.