“LA GUERRA SÓLO había sido el susurro de una guadaña. Una vez descargadas las bombas, nada quedaba por hacer. Ahora, tres segundos más tarde, en lo que era todo el tiempo de la historia, antes de que las bombas tocasen el suelo, las naves enemigas ya habían dado media vuelta al mundo, como balas en las que el isleño salvaje no puede creer pues son invisibles, y sin embargo el corazón estalla repentinamente, y los cuerpos vuelan en pedazos sueltos, y la sangre se sorprende de verse libre y en el aire; el cerebro derrocha sus escasos y preciosos recuerdos y, perplejo, muere.”
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